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El Grupo de investigación IAMLab ha coordinado el montaje de la instalación Nothing is Missing |(2006-2010) de Mieke Bal en el III Congreso Internacional de Artes Visuales ANIAV 2017::GLOCAL [codificar, mediar, transformar, vivir]. El congreso ha tenido lugar en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia (UPV), los días 6 y 7 de julio.

| Nothing is Missing |(2006-2010) Mieke Bal 

Instalación de video de varias pantallas, 25-35 minutos (en bucle).

Comisario: José Maldonado

Coordinación: Teresa Marín García

Montaje: Grupo de investigación IAM-lab de la UMH

Los visitantes están invitados a sentarse en sillones o sofás.

Alrededor de los visitantes, las mujeres están hablando con otra persona. Los interlocutores más allá de la pantalla son personas cercanas a estas mujeres, pero sus relaciones íntimas han sido interrumpidas debido a la migración de los hijos de las mujeres. Las mujeres están hablando con un nieto que nunca llegaron a ver crecer, a un cuñado que no eligieron o aprobaron, a un niño emigrado, o, en uno de los casos, la mujer habla a través de una brecha de tres generaciones. La intimidad cargada de una ligera inquietud es característica de la situación. A veces oyes la voz del otro, a veces no.

Las mujeres viven en una amplia variedad de países, dos de ellas en Rusia. La comunicación se desarrolla entre las mujeres y sus parientes, pero también, debido a la puesta en marcha de la instalación, entre los propios retratos de video y entre las mujeres y los visitantes. El aspecto performativo de los diferentes niveles provoca la fusión de las comunicaciones. Los sillones se pueden mover o girar, como sí uno estuviera visitando a las mujeres de la pantalla  -los visitantes pueden concentrar su atención en una mujer o alternar entre varias de ellas. Las mujeres están filmadas en primer plano, como retratos. La implacable imagen permanente de sus rostros proporciona un modesto monumento a la profundidad de sus pérdidas. El retrato obliga a los espectadores a mirar a estas mujeres a la cara y a sus ojos, y a escuchar lo que tienen que decir. A pesar de que sus lenguas son extranjeras y llenas de expresiones que parecen extrañas, el suyo es un discurso con el que todos podemos relacionarnos afectivamente.

No hay voz narrativa. Las madres hablan. Cualquier sentido turístico es cuidadosamente evitado. La imagen es intensamente visual pero las películas no muestran ni monumentalidad ni paisaje pintoresco. No se ofrece ningún espectáculo para satisfacer un deseo de belleza. En cambio las películas se relacionan íntimamente con los individuos frente a la cámara. Todo el sonido es diegético.

El sentido de intimidad se ve reforzado no sólo por el tema personal en discusión -la marcha de un niño que partió hacia Europa Occidental- sino también por la “privacidad” de las conversaciones. El cineasta compuso la toma, encendió la cámara y salió de la habitación, volviendo después, pasado tiempo asignado. Este gesto de abandonar la autoridad y dejar lo que sucede a la serendipia de la interacción entre dos personas hace que la filmación sea altamente performativa.

Las mujeres, sentadas en sus propias casas, hablan su propia lengua. Todos los vídeos están supra-titulados. El visitante se sumerge en una cacofonía de voces, luego, concentrándose en alguna de las madres, el visitante pasa, a través de un aprendizaje subliminal, a la distinción auditiva.

Mieke Bal.